jueves, 18 de marzo de 2010

Asesinato de Calvo Sotelo

En la edición del 14 de julio de 1936, el periódico “El Sol” narraba así el asesinato de José Calvo Sotelo.

A las de la tarde de anteayer, el Sr. Calvo Sotelo regresó de Galapagar, y al llegar a su domicilio, calle de Velásquez, 89, dijo a los policías que le seguían en el coche de escolta que podía retirarse, ya que no pensaba salir hasta las doce del día de ayer. La escolta se retiró, si bien, como de costumbre, dio cuenta a la Comisaría, que tiene establecida una pareja de Seguridad de servicio a la puerta de los políticos que tienen esta clase de vigilancia. Alrededor de las tres de la madrugada llegó a la puerta del domicilio del Sr. Calvo Sotelo la camioneta. También aseguran algunos que detrás de la camioneta paró un automóvil. Los ocupantes de la camioneta se hicieron abrir la puerta.

Al llegar al piso donde vivía el Sr. Calvo Sotelo llamaron y cuando salió a abrir una sirvienta, dijeron que traían orden de detención del Sr. Calvo Sotelo. Las frases despertaron al señor Calvo Sotelo y a su familia. Salió el diputado al recibimiento para averiguar de qué se trataba. Le repitieron lo de la orden de detención. Parece que entonces el señor Calvo Sotelo quiso telefonear a la Dirección de Seguridad. Algo debió de extrañar esta conducta al Sr. Calvo Sotelo, ya que exigió que se identificaran.

Después de abandonar el señor Calvo Sotelo su domicilio, y como transcurriera algún tiempo sin noticias suyas, sus familiares se decidieron llamar a la Dirección de Seguridad para saber si continuaba allí detenido. Como se les manifestara que no tenían conocimiento de tal orden de detención, rogaron a la pareja de Seguridad que estaba de servicio en la puerta que comunicaran con la Dirección.

La Policía comenzó a practicar pesquisas y encontró a primera hora de la mañana la camioneta. Poco después de las dos de la tarde se supo que estaba en el depósito del cementerio del Este el cadáver del Sr, Calvo Sotelo. Allí marcharon los periodistas, y pudieron averiguar que a las cuatro menos cuarto de la madrugada se había presentado en el cementerio una camioneta. Al guarda nocturno de la Necrópolis le manifestaron que llevaban un cadáver para dejarlo en el depósito. Penetraron con la camioneta hasta la puerta de dicha dependencia, donde echaron pie a tierra, y vio el guarda que de entre los asientos bajaban un cadáver, que depositaron sobre una de las mesas del depósito.

El comisario Sr. Aparicio procedió a tomar declaración al personal de oficina entrante, y al inquirir por qué no habían exigido las formalidades obligadas en estos casos, se limitaron a contestar que como les merecieron crédito y respeto los que llevaban el cadáver, que afirmaron ser de un sereno muerto en atentado, y que posteriormente enviarían la documentación, no pusieron dificultades. En una de las mesas yacía el cuerpo de D. José Calvo Sotelo. Estaba vestido con un traje gris claro. Llevaba zapatos marrón, calcetines grises, y el sombrero, que se hallaba al lado de la mesa, era también de color gris claro. Tenía toda la cara manchada de sangre, lo mismo que la ropa. Se apreciaban en el cadáver, a primera vista, una herida de bala en el ojo derecho, con otro orificio en la región occipital; el segundo, de más reducido tamaño. También se advertía otra herida de bala en el pecho, a la altura del corazón”.

A las de la tarde de anteayer, el Sr. Calvo Sotelo regresó de Galapagar, y al llegar a su domicilio, calle de Velásquez, 89, dijo a los policías que le seguían en el coche de escolta que podía retirarse, ya que no pensaba salir hasta las doce del día de ayer. La escolta se retiró, si bien, como de costumbre, dio cuenta a la Comisaría, que tiene establecida una pareja de Seguridad de servicio a la puerta de los políticos que tienen esta clase de vigilancia. Alrededor de las tres de la madrugada llegó a la puerta del domicilio del Sr. Calvo Sotelo la camioneta. También aseguran algunos que detrás de la camioneta paró un automóvil. Los ocupantes de la camioneta se hicieron abrir la puerta.

Al llegar al piso donde vivía el Sr. Calvo Sotelo llamaron y cuando salió a abrir una sirvienta, dijeron que traían orden de detención del Sr. Calvo Sotelo. Las frases despertaron al señor Calvo Sotelo y a su familia. Salió el diputado al recibimiento para averiguar de qué se trataba. Le repitieron lo de la orden de detención. Parece que entonces el señor Calvo Sotelo quiso telefonear a la Dirección de Seguridad. Algo debió de extrañar esta conducta al Sr. Calvo Sotelo, ya que exigió que se identificaran.

Después de abandonar el señor Calvo Sotelo su domicilio, y como transcurriera algún tiempo sin noticias suyas, sus familiares se decidieron llamar a la Dirección de Seguridad para saber si continuaba allí detenido. Como se les manifestara que no tenían conocimiento de tal orden de detención, rogaron a la pareja de Seguridad que estaba de servicio en la puerta que comunicaran con la Dirección.

La Policía comenzó a practicar pesquisas y encontró a primera hora de la mañana la camioneta. Poco después de las dos de la tarde se supo que estaba en el depósito del cementerio del Este el cadáver del Sr, Calvo Sotelo. Allí marcharon los periodistas, y pudieron averiguar que a las cuatro menos cuarto de la madrugada se había presentado en el cementerio una camioneta. Al guarda nocturno de la Necrópolis le manifestaron que llevaban un cadáver para dejarlo en el depósito. Penetraron con la camioneta hasta la puerta de dicha dependencia, donde echaron pie a tierra, y vio el guarda que de entre los asientos bajaban un cadáver, que depositaron sobre una de las mesas del depósito.

El comisario Sr. Aparicio procedió a tomar declaración al personal de oficina entrante, y al inquirir por qué no habían exigido las formalidades obligadas en estos casos, se limitaron a contestar que como les merecieron crédito y respeto los que llevaban el cadáver, que afirmaron ser de un sereno muerto en atentado, y que posteriormente enviarían la documentación, no pusieron dificultades. En una de las mesas yacía el cuerpo de D. José Calvo Sotelo. Estaba vestido con un traje gris claro. Llevaba zapatos marrón, calcetines grises, y el sombrero, que se hallaba al lado de la mesa, era también de color gris claro. Tenía toda la cara manchada de sangre, lo mismo que la ropa. Se apreciaban en el cadáver, a primera vista, una herida de bala en el ojo derecho, con otro orificio en la región occipital; el segundo, de más reducido tamaño. También se advertía otra herida de bala en el pecho, a la altura del corazón”.

El siguiente es un audiovisual compuesto por fotografias y fragmentos de la película Dragon Rapide en la que se pueden revivir de un modo fiel gran parte de los acontecimientos:




Pedro D.M.M.

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